Mas Ramoneda

La tradición, el proceso natural, la parra en cada anochecer tras la ventana, porque es la uva la que nos sostiene y a ella le entregamos la pasión adolescente y el ojo del que conoce la perpendicularidad del vino en la botella. El roble perfumado, el misterio de la pausa en el fermento, la paciencia de las llaves en la puerta, la bodega, el sabio que oye la voz del vino, porque lo llaman por su nombre, 

Mas Ramoneda es una bodega joven que busca dos labios para sentirse cuerpo en el borde de una copa y saborear la naturaleza de sus vinos: la noble concepción de la metáfora en la cuba. Hay grandeza siempre en la transformación de los conceptos, y la liturgia del VINO es el secreto de las rosas, su hermosura, su olor, su aroma, su textura, su lento mundo de sabores.

Mas Ramoneda busca el antiguo valor de la ambrosía; a veces, extinguido, y lo renueva, le da la fe de los rituales nuevos, la fuerza de los ríos que guían sabiamente las aguas hasta el mar. El VINO de sus bodegas es una oración y una herejía, reconoce la mesa y cierra los paréntesis de la duda.

Mas Ramoneda asume el verbo beber, y da forma a otros verbos distinguidos: libar, paladear, saborear. Nunca empina el codo ni echa un trago, dispone la armonía del gusto con frescura, en silencio y buen criterio. Sorprende el cielo de la boca y sigue a más altura, en manos de un abrazo conmovido con la tierra.

Mas Ramoneda es una bodega recién nacida, de limpio amanecer, pero a su lado hay personas con estudios y experiencia para transmitir a las mesas la esencia íntegra del vino.

Hay un lugar en que la vida se abre igual que un pensamiento, un lugar en el que la inocencia se descalza y se viste de sarmiento, un lugar al que llegan las cometas y suena el murmullo del fermento, del buen caldo. Un lugar donde se elevan los andamios de cristal, y la alquimia transforma, a modo de milagro, la vid en vida. Ese lugar tiene la exactitud de un nombre, Mas Ramoneda.

En su finca permanece la huella del hombre antepasado, como herencia: excavaciones en la piedra para pisar la uva. Una bodega original, con barricas de roble de 5000 y 6000 litros, y depósitos también de piedra. Un horno para cocer el pan, una prensa de aceite y, aparte de la casa solariega, una ermita del siglo XI. He ahí el origen y la cuna de la familia Mas Ramoneda, donde ya se elaboraban el vino, el aceite y el pan artesanalmente. De casta le viene al galgo, dice el adagio.

Alrededor de la bodega hay nogales …

… (juglans regia. Juglans deriva, a su vez, de Jovisglans, “bellotas de Júpiter” –nueces para un dios-. Regia, “real”), árbol de madera recia, hojas aromáticas y frutos ricos, y encinas (Quercus ilex), árbol sagrado en numerosas tradiciones, símbolo de solidez, longevidad y potencia. De madera dura e imputrescible, excelente leña (la mejor) para quemar. Las ninfas protectoras de los encinares, las dríadas (Drys, “árbol”) corrían y bailaban alrededor de las encinas. Dejaron sus moradas celestes para habitar con los hombres en los encinares. Y ahora habitan, corren y bailan alrededor de la bodega Mas Ramoneda. Y también la protegen y le inspiran el oficio. Nada es casual, solo causal.

Joan M. Riera también es una dríada del vino, un enólogo (Escuela de Enología de Espiells) fiel a los aromas y sabores Mas Ramoneda. Cuando toca el cristal de una copa, que es lo mismo que decir el cristal del tiempo, crece hacia dentro, agita el insondable misterio y recobra con precisión la hoja de parra, su sombra, su fantasma, su destino. Jordi Cantí advierte la razón final de los sueños en una copa de vino.

Agustín de Andrés Ferrero
Profesor, escritor y poeta